La tierra da a luz
Desde
los puntos de estrella en las cuevas nacen las estalactitas. En Jumandy reconstruía
mis recuerdos de los cenotes en México, Jeita Grotto en Líbano y tenía la misma
sensación de cruzar lo más íntimo de la tierra, recovecos de sus dobleces de
mujer. Las cuevas son extensas y están semi-protegidas por un parque cuyos días
de gloria pasaron hace mucho. Cascadas subterráneas para zambullirse y columnas
de estalagmitas y estalactitas en fusión fueron la primera parada para el viaje
de la tierra dando a luz.
Después
de cruzar Tena y Puyo, donde el maito se convierte en ayampaco y bajando la troncal amazónica, encontramos los laberintos
del Chiguaza, una extensión enorme laberintos de todo tamaño.
Fósiles marinos.
Arañas de seda dorada a las orillas del Pastaza
Formaciones con agua que se esparcía como brisa
marina al caer y demandaba una plegaria hacia lo hermoso de este lugar, casi
intacto, con miles de fósiles de erizos y caracoles que caían hacia las orillas
del río desde la roca metamórfica ya en descomposición.
Despertar
en Gualaquiza para pasear por los caminos a Cuchipamba repletos de moliendas y
conocer a Narcisa de ojos dulces que nos regaló el más delicioso guarapo con
lima.
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Inmiscuirse
en el teatro antiguo por caminos improvisado para encontrar un espacio
destartalado y bailar las danzas, recitar la poesía y rememorar los actos
cívicos que fueron y ya no serán.
Ver a
lo lejos la cordillera del Cóndor y pensar que estábamos cerca de Paquisha, a
dos décadas de una guerra con Perú que solo recuerdo ver desde la televisión en
Ambato pero que fue real justo ahí.
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Zamora
con su reloj gigante, sus ancas de rana y una increíble ruta de cascada por ser
explorada y aprovechada para el turismo de la región vía a Loja.
Vilcambamba
con su parsimonia y alfajores en la Casa de Matilda. Loja con su entrada al
Podocarpus con sus pumamaquis y quien sabe cuantas especies de árboles con ramas,
helechos y musgos de barbas regadas amortiguando la cordillera.
Llegar
a mi sueño de ver Puyango y encontrar amonitas que marcan los 100 millones de
años de historia con el final del cretácico.
Troncos
de roca con pirita y cuarzo.
Petrinos
gigantes y araucarias.
Acampar
con las luciérnagas y despertar a bañarse al río con mariposas amarillo pálido
y naranja levantando su vuelo mientras camino.
Llegar
a Jambelí y ver sus manglares, sus playas con guardacostas y atardeceres inimaginables.
Y
regresar por los Andes. Con árboles cobijando la vía a Bucay. Con anuncios de
“Se Compra Cacao” en la Troncal y venta de cacao en polvo en la carretera...
Qué decir. 1947
kilómetros después y más de 80 ríos cruzados, puedo atestiguar a mi profunda
reverencia por la energía infinita que forma, destruye y reforma la tierra.
Mel,
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PD. Agradecida
por mi compañero de viaje que en esta foto estaba evaluando cómo cortar esta
roca para ver su contenido mineral y mostrarle a sus estudiantes de ingeniería
civil. Justo después de esto, mientras desayunábamos, le llegó la aceptación y
beca a su doctorado. Tan orgullosa de conocerlo y de lo que hará por nuestro país.
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