CDMX
Aterrizar en Ciudad de México (no más el DF) con nevados cubiertos de nubes rodeando un valle gigante, una ciudad masiva y puntos brillantes de techos de zinc.
Taxis
rosas merodean las calles con casas que parecen cubos de colores, uno
encima del otro.
Todo parece
asfalto y de pronto aparecemos en Chapultepec. Hay feria rodeada de bosque con
aire de historia de batalla que ahora es paz de tarde de fin de semana.
No logramos
entrar al castillo pero mi ñaña me hizo sonreír igual.
Despierto a que hacemos este
viaje juntas y en el regreso veo a los niños comiendo las tlayudas y tortas de
las que hablaba el Chavo.
Alcanzo a
entrar al Museo de Arqueología y pienso en todas las flechas de museos
alrededor. Hay tanto que aprender. Este museo en particular se siente más como
una herramienta didáctica que un lugar de exhibición, me encanta.
Me encanta
leer de una ciudad perdida llamada malpaís y arte teotihuacano y maya del que
siempre he visto reportajes lejanos, de los que salían mientras tomábamos café
los domingos en casa de mi abuelo paterno. Y lo respiré así, desde la
Cafebrería hasta el palacio de bellas artes hundiéndose, recorriendo calles
con nombres como Reforma e Insurgentes, con tanto que contar. Cerca del palacio tocaban ‘Dare la media vuelta’ en un organillo, porque la organización de
organilleros no quieren que muera esta práctica y lo tocan para recaudar
fondos.
Fue tan breve
nuestra estadía pero tan fructífera. Recorría tierra de Coyotes imaginando a
Cortés y Tolstoi anasincrónicamente por ahí.
Llegar a la
casa Azul y recordar cuando Juan y Daniel me regalaron en el colegio la
biografía de Kahlo y soñar en el amor color azul cobalto.
Recorrer esa
casa y leer en sus paredes Ruina, ver los trajes tehuanos y una biblioteca con
tomos titulados Lo Bello I y Lo Bello II es como flotar.
Una de sus cartas.
Xochimilco con
sus mariachis cantando la bikina en barcas de colores sobre restos de lagos de
sal.
Y la comida.
Solo quiero decir que el mundo sería más feliz si conocería el mole de verdad
(no los intentos que he probado en medio mundo) y la salsa verde.
Me quedó corto
el tiempo.
Regreso pronto
CDMX.
Y así fue- 2
semanas después- por cortas 10 horas.
Mujeres con
trenzas y cintas de colores peregrinaban a la Virgen de Guadalupe.
Teotihuacán
tenía una diosa del agua cerca de la plaza de la luna. Piedras verdes, rojas,
azules, frescos de aves fantásticas y felinos con jade. Una ciudad de otro
tiempo, desarrollada y olvidada.
Y comimos más
y fue delicioso.
P.D. Gracias especiales a Jonathan de la tienda de Mac sobre Reforma que me arregló la compu <3 3="" font="">3>
Mi blooper favorito de estas fantásticas compañeras cuando casi llueve<3 font="">3>
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