Un dimanche á Casa


Pensé que mi viaje a Marruecos iba a requerir que practique mi francés, pero para mi sorpresa mi español fue mucho más útil.
Tomé el tren desde el aeropuerto hacia casa y para ser sincera, estaba demasiado nerviosa: sola (énfasis en la a porque mi mayor miedo era mi condición de mujer) en Casablanca. Pero inmediatamente encontré a gente con la que pude conversar. Primero en el tren, una chica Marroquí que estudia en Francia, su inglés era genial, me di cuenta que hablaba inglés porque estaba leyendo unos artículos en ese idioma. Conversamos acerca de sus y mis estudios; era una chica extremadamente dulce, estudiando la interface y cómo hacer más fácil el uso de algunas aplicaciones en la computadora. Fue una lástima que ella tenía que tomar un tren inmediatamente después. Antes de salir, una chica hermosa me sonreía y le pregunté si podía tomar su foto, su esposo no le permitió así que me dejo tomar una foto de sus manos. Sabía que estaba entrando en un mundo de hombres...
Tuve mucha suerte porque al salir de la estación del tren, conocí a Abdul, un taxista que había vivido en España por muchos años y me ofreció sus servicios como guía turístico.
 Abdul

Primero fuimos a la mezquita Hassan II. Lo más hermoso de este paseo es que era Domingo por la tarde. Había mucha gente simplemente paseando o disfrutando el sol en las afueras de la mezquita. Ahí conocí a Hafida, Malika y Khadija.





Ellas solamente hablaban árabe y el mío se limita a shukran. Me acerqué a ellas porque me quedaban viendo y sonreían mientras Abdul y yo tomábamos fotos. Les pregunté que hacían (toda la conversación fue traducida por Abdul) y me contaron que trabajaban en una maquila haciendo jeans. Les pregunté si les trataban bien, me dijeron que al menos tenían este Domingo libre. Nos tomamos fotos juntas y me despedí.
 En otra fuente en la que me senté vinieron unos niños a jugar conmigo a las escondidas. Me tomé otra foto con ellos y su mamá estaba tratando de enseñarles cómo responderme en francés.
Caminamos un rato por la playa, con chicos saltando el peñasco semi desnudos mientras las chicas estaban a un lado completamente cubiertas. Abdul me dijo que las chicas solo van a la playa con arena porque no son capaces de saltar, uno de los tantos comentarios machistas que Abdul hizo en el día. Abdul podía verme como una mujer a la que podía menospreciar: seguro que sí; sin embargo, tenía otro estándar para mi porque soy de otro lugar…
En fin, fuimos hacia uno de los bazares turísticos para comer algo ligero y Abdul me llevó hacia las huecas donde comían los vendedores. Todo un laberinto. Después de eso manejamos por sqala y luego me llevó hacia el palacio del rey, toda una estructura. Paseamos por la catedral Sacre Coeur y paramos por la plaza Mohammed V. Aquí había una fuente enorme y muchísima gente refrescándose alrededor.

Por aquí habían unos hombres con unos trajes extremadamente elaborados que venden agua y café –Qué delicia de café! Tenía un montón de especias que no pude distinguir.

Como Abdul ya tenía que irse me sugirió que me quedara en Café France, pero con tan poco tiempo preferí irme hacia la Medina y perderme por ahí. Al pobre Abdul vaya que le saqué de quicio llamándole la atención sobre todo con respecto a sus comentarios machistas, respondió bien y al final nos reímos un montón.
Me quedé en Medina y ni bien subí una cuesta, conocí a Ahmad. 


Estaba segura de que quería venderme algo pero igual conversé, al final tenía que comprar algo para mis papis.

 Me llevó a comer Tagine (hice una excepción a mi pescaterianismo para probar esto, quién sabe cómo es la industria de productos animales en el país). En ese nuevo laberinto de la vieja ciudad me contó algunas historias y entre los trabajadores de este cuchito trataron de enseñarme algo de Berber –Bismillah es gracias, aunque realmente significa “En el nombre de Dios”. Además me hicieron un montón de preguntas acerca de Ecuador y el fútbol latinoamericano, como siempre pasa, Messi es otra deidad.
Luego Ahmad me llevó a pasear por las diferentes tiendas y obviamente a su tiendita donde conocí a su familia. Al final compré algunas cosas para mi familia y le pedí a Ahmad que me lleve al taxi porque se estaba haciendo tarde. Tomé el tren y entre sueños por mi cansancio me alegré de ver el anochecer alrededor de las pampas, sin olvidarme de todo el guasmo que rodeaba la ciudad, se nota que hay mucha inequidad además de inmigración, seguramente hay mucho que hacer, pero quién soy yo para decirlo, Abdul estaba orgulloso de al menos no estar en levantamientos como en muchos países vecinos, yo me pregunto si es que tal vez lo necesitan, de una u otra manera.

Enchanté Maroc, à bientôt. 


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